Empezamos con unos paquetes de tomates y funghi porcini secos. No os podéis imaginar el olor a funghi que sale del armario de la cocina cada vez que se abre, impresionante. Los tomates, a falta de una idea mejor, sólo los he usado por ahora como guarnición de carne, rehidratados y pasados rápidamente por la sartén. Los funghi los reservo para un risoto.
No me pude resistir a comprar este vinagre de tomate. Es muy aromático y de poca acidez, parecido a un balsámico, pero el toque a tomate se nota. Para unos tomates aliñados o cualquier ensalada en general, genial.
Estos patés de aceitunas negras y verdes no son difíciles de preparar en casa, pero la verdad es que están muy buenos, con un sabor muy intenso.
Más sorprendentes fueron estos envases de battuto (algo así como picadillo), uno de aceitunas con alcachofas (verdura muy típica romana) y de aceitunas con anchoas y alcaparras el otro. Muy buenos los dos, pero quizá más el de alcachofas.
Por último, y que los más puristas me perdonen, estos sopicaldos (a.k.a. caldofrán) de funghi porcini que desprenden un olor espectacular. Me traje los últimos del supermercado, pero habría arrasado con todos los que hubiera encontrado. Junto con los funghi secos, creo que producirán unos risotos potentes.
Como resultado, esta fuente de bruschettas variadas la mar de resultona (con algún resto de queso y foie que rondaban en la nevera): Para beber, un vino blanco bien fresco (no necesariamente un Frascati).