El turismo gastronómico no sólo consiste en descubrir y disfrutar de la comida del destino del viaje, también es muy interesante poderse traer productos típicos (mejor en mercados o supermercados de barrio que en las tiendas para turistas) que podamos disfrutar en casa tiempo después. Lo malo es que, tarde o temprano, se acaban.
Así que he decidido inmortalizar en este post los productos que me traje de mis recientes vacaciones en Roma:
Empezamos con unos paquetes de tomates y funghi porcini secos. No os podéis imaginar el olor a funghi que sale del armario de la cocina cada vez que se abre, impresionante. Los tomates, a falta de una idea mejor, sólo los he usado por ahora como guarnición de carne, rehidratados y pasados rápidamente por la sartén. Los funghi los reservo para un risoto.
No me pude resistir a comprar este
vinagre de tomate. Es muy aromático y de poca acidez, parecido a un balsámico, pero el toque a tomate se nota. Para unos tomates aliñados o cualquier ensalada en general, genial.
Estos
patés de aceitunas negras y verdes no son difíciles de preparar en casa, pero la verdad es que están muy buenos, con un sabor muy intenso.
Más sorprendentes fueron estos envases de
battuto (algo así como picadillo), uno de aceitunas con alcachofas (verdura muy típica romana) y de aceitunas con anchoas y alcaparras el otro. Muy buenos los dos, pero quizá más el de alcachofas.
Por último, y que los más puristas me perdonen, estos
sopicaldos (a.k.a.
caldofrán) de
funghi porcini que desprenden un olor espectacular. Me traje los últimos del supermercado, pero habría arrasado con todos los que hubiera encontrado. Junto con los
funghi secos, creo que producirán unos
risotos potentes.
Como resultado, esta fuente de
bruschettas variadas la mar de
resultona (con algún resto de queso y
foie que rondaban en la nevera):
Para beber, un vino blanco bien fresco (no necesariamente un
Frascati).