
No sigo regularmente
Redes, ese oasis de divulgación científica dentro del basurero de la televisión (emitido, cómo no, en
horarios de máxima audiencia), pero de vez en cuando le echo un vistazo por Internet.
Me fascina
Eduard Punset, su fino sentido del humor, su calma que infunde
sabiduría, incluso su fuerte acento catalán, pero sobre todo, cómo enfoca su divulgación no al conocimiento por el conocimiento, sino hacia cómo la ciencia puede contribuir a aspectos tan fundamentales de nuestra vida como la
felicidad y el
amor.
Me he encontrado con este curioso programa en el que se trata sobre la teoría de que
aprender a cocinar nos hizo humanos. Muy recomendable, una pena que esté salpicado por unos sketch ridículos.
No es nueva la idea de que la agricultura y la ganadería fueron fundamentales para la evolución humana, permitiendo tener las necesidades básicas cubiertas y dejando tiempo libre para otras tareas e inquietudes.
En este programa, el primatólogo Richard Wrangham va más allá al sostener que cocinar los alimentos, en especial la carne, nos permitió evolucionar social y fisiológicamente, alejándonos definitivamente del resto de primates.
Con esta base, los movimientos vegetarianos y crudívoros no sólo van en contra de la naturaleza humana sino que son perjudiciales para el organismo.
Personalmente considero que es una de las cosas que más me atraen de cocinar: la fascinación por esos procesos físicos y químicos, casi alquimia, por los cuales unas materias primas crudas se transmutan en atractivas delicias llenas de sabor, olor y color.
Comer crudo es, desde luego, mucho más aburrido.