Me pareció ver un lindo bonito

O lo que es lo mismo: bonito a lo canario.


Qué maravilla el bonito (o el atún, no soy muy purista en la distinción de estos peces aparte del tamaño), ese auténtico solomillo del mar, en todas sus preparaciones. Aunque como mejor se aprecia es simplemente a la plancha o en fresquísimos sushis y sashimis, probablemente mi preferido es encebollado (¿qué plato podría quedar mal si se cubre de montañas de cebolla?), sin desmerecer al humilde marmitako o el clásico con tomate.


Esta vez, como decía, lo preparé con adobo canario y acompañado de mojo, ambos comprados en el supermercado, lo siento.

El adobo en concreto, de Argodey Fortaleza, me lo traje de Las Palmas hace ya un tiempo, aunque no es difícil encontrar otros productos de esta marca, como mojos y almogrote, en la península.

Se trata de un preparado seco de adobo con ajo y especias, que basta mezclar con un chorrito de agua y aceite para añadir al pescado cortado en tacos y dejarlo macerar. Después, sin más aceite, se pasa fugazmente por una la sartén para dejarlo al punto.

Más fácil, imposible.