Melancolía e infinita tristeza

Que Smashing Pumpkins nunca aparecieran mas que de pasada por este blog no hace justicia a la realidad de mis gustos y mis influencias, puesto que en la segunda mitad de los '90 seguramente fueron el grupo que más escuché. A diario. A todas horas. Hasta la saciedad, aunque nunca llegué a hartarme de ellos.
Atesoro todos sus CDs oficiales hasta el 2.001,  rarezas, bootlegs y singles. Aprovechando que Spotify  permite tener al alcance toda la discografía la he dado un repaso general y sin mucho esfuerzo he marcado como favoritas alrededor de 50 canciones. Y sin embargo, hoy en día al escucharlos el sentimiento que me embarga es, parafraseando su obra magna, de una gran melancolía y una infinita tristeza, por una banda que, sin una causa mayor (como el fallecimiento de uno de sus miembros como ha ocurrido con tantos grupos de Rock), se echó a perder tan mal y tan pronto.

Smashing Pumpkins.
Y es que el líder Billy Corgan tendrá muchas virtudes:  sensible, perfeccionista, multi-instrumentista, prolífico compositor, etc. pero también dos grandes defectos: un ego del tamaño de Illinois y una peligrosa tendencia a las idas de olla. Le gusta hacer las cosas a su modo y, seguramente, las hace mejor que nadie, de modo que en el fondo le sobra la banda. Ya en el genial Siamese Dream grabó el prácticamente todos los instrumentos en el estudio para asombro y fastidio de sus compañeros D'arcy, Iha  y Chamberlin.

Diría que Siamese Dream (1.993) y Mellon Collie and the Infinite Sadness (1.995) son imprescindibles en toda discoteca que se precie, especialmente el primero, por el que tengo predilección y que me parece intachable de principio a fin. El segundo tendrá su propio post en un futuro.
Más tarde vendrían Adore (1.998) y Machina (2.000), donde comenzaron los desvaríos de Corgan a los que antes aludía y sus coqueteos con la música electrónica, pero incluso esos me parecen notables. Y entre medias, discos de descartes como Pisces Iscariot (1.994) y decenas de singles con rarezas y canciones inéditas con una calidad que nada tenían que envidiar a los temas que sí entraron en los discos oficiales.

En cualquier caso, como decía, fueron unos de los monstruos del Rock de los '90. Con su particular voz aniñada, su estilo inconfundible con frecuentes cambios de ritmo, que pasan de los momentos más íntimos al  delicioso ruido de guitarras distorsionadas con la mayor naturalidad,  y sus letras poéticas y atormentadas, los Pumpkins llegaron a vender cerca de 20 millones de copias en todo el mundo.

¡Cómo os echo de menos hijosdeputa!


3 comentarios:

Aitor Fuckin' Perry dijo...

Joder, es que eran geniales, los tres primeros discos son maravillosos pese a los altibajos del 'Mellon Collie...', algo normal en un doble. Luego hay buenas canciones pero a Billy Corgan se le fue la pinza irreversiblemente. Probablemente sea el paradigma de grupo que se fue a la mierda. Ojalá saliesen otros grupos a la altura de ellos.

morgana dijo...

A los genios siempre ha habido que echarles de comer aparte, qué le vamos a hacer. Ese toque de genio que da un toque diferente a lo que el genio hace también puede dar al trasto con todo si "se le pira" demasiado la pinza.

Lo poco que conozco de este grupo me encanta, tienen ese "algo" que es tan difícil de encontrar en tanto grupo comercial como pulula por ahí. Te enganchan de las entrañas y no te sueltan.

Iñaki dijo...

Aitor, totalmente de acuerdo. El Gish no le he mencionado pero es un discazo que ya anticipaba el potencial de los pumpkins.

Morgana, cada vez me sorprendes más por tu buen gusto ;)
Es cierto que todos los genios tiene esa componente megalómano y autodestructivo, el truquillo está en permanecer en el filo de la navaja durante muchos muchos años.