ACTUALIZACIÓN:
Pues nada, que ya estoy aquí otra vez.
París muy bien, mejor de lo que me pensaba: grande (enorme), bonito y con un montón de sitios pintorescos famosos ...aunque sigo pensando que Roma es más romántica. Quizá un poco sucio, y con el tiempo excelente que ha hecho demasiado caluroso, porque la mayoría de los sitios no están preparados y eran auténticos hornos.
Los franceses más simpáticos de lo que me imaginaba. He oído bastantes veces de gente con malas experiencias al intentar hablar inglés. Yo por suerte no he tenido ningún problema, aunque por precaución procuraba siempre iniciar las conversaciones con un saludo chapurreado en francés.
Y la comida, oh la la! Ni mi presupuesto me lo permitía ni tenía ganas de gastarme grandes cantidades, cosa que de todas formas ocurre fácilmente en cuanto se pide un vino que no sea una jarrita de vin du jour, pero incluso en los sitios turísticos del barrio latino o la Place du Tertre con módicos menús prix fix se comen platos que no son de alta cocina pero (o "y que") están buenísimos: soupe a l'onion, confit de pato, fondue de quesos, coq au vin, arenques, patés, quesos en perfecta maduración...
Por no hablar de creppes (en restaurante, no las de la calle que son más burdas y generalmente no recién hechas) saladas y dulces, acompañadas de sidra natural normanda, tan finas que se las llevaría el viento. Nota: acabo de descubrir en la red que por pura casualidad encontré unas de las mejores creppes de París: La Crêperie des Canettes, no en vano fui dos veces.
Claro que para ligeros, los croissant y pain au chocolat recién hechos de las mañanas.
Hasta en el comedor del trabajo había una calidad que ya quisiéramos aquí: lomos de salmonete desespinados recién hechos a la plancha, magret de pato, pizzas con queso de cabra, más quesos de postre, pastel de ruibarbo (riquísimo, aunque al principio pensé que había cogido una especie de quiche con espárragos verdes porque ese era el aspecto, ignorante de mí)... Todo con buenos productos y buenas elaboraciones, nada de pasadísimos macarrones con tomate y filetes como suelas de zapatos.
Y del trabajo, para qué hablar.
Y la comida, oh la la! Ni mi presupuesto me lo permitía ni tenía ganas de gastarme grandes cantidades, cosa que de todas formas ocurre fácilmente en cuanto se pide un vino que no sea una jarrita de vin du jour, pero incluso en los sitios turísticos del barrio latino o la Place du Tertre con módicos menús prix fix se comen platos que no son de alta cocina pero (o "y que") están buenísimos: soupe a l'onion, confit de pato, fondue de quesos, coq au vin, arenques, patés, quesos en perfecta maduración...
Por no hablar de creppes (en restaurante, no las de la calle que son más burdas y generalmente no recién hechas) saladas y dulces, acompañadas de sidra natural normanda, tan finas que se las llevaría el viento. Nota: acabo de descubrir en la red que por pura casualidad encontré unas de las mejores creppes de París: La Crêperie des Canettes, no en vano fui dos veces.
Claro que para ligeros, los croissant y pain au chocolat recién hechos de las mañanas.
Hasta en el comedor del trabajo había una calidad que ya quisiéramos aquí: lomos de salmonete desespinados recién hechos a la plancha, magret de pato, pizzas con queso de cabra, más quesos de postre, pastel de ruibarbo (riquísimo, aunque al principio pensé que había cogido una especie de quiche con espárragos verdes porque ese era el aspecto, ignorante de mí)... Todo con buenos productos y buenas elaboraciones, nada de pasadísimos macarrones con tomate y filetes como suelas de zapatos.
Y del trabajo, para qué hablar.