Me llamo Earl, y soy skater

Uno de los mejores momentos de la semana es cuando me siento a ver Earl (si el TDT no me ha dado por saco con la EPG y se me ha grabado bien).
Es la serie más divertida que recuerdo en mucho tiempo, y la más original desde Búscate la vida, sin llegar al surrealismo aberrante de aquella.

El planteamiento de la serie da para situaciones tan variadas que es imposible aburrirse o anticipar qué es lo que va a venir después (al contrario que las sitcoms tradicionales, donde todo ocurre entre salones y cocinas abarrotadas de product placement), todo ello acompañado por una banda sonora espectacular, sobre todo para ser una serie más o menos indie de capítulos que apenas duran 20 minutos: hay películas de gran presupuesto que tienen que renunciar a ciertas canciones famosas por la millonada que cuestan los derechos. Por si todo esto fuera poco, tenemos a Jamie Presley en el papel de Joy, que o bien adoras u odias; yo me parto con ella.

Pero lo mejor de la serie es Jason Lee, que borda el papel de jeta entrañable. Sorprendentemente (nunca lo habría dicho por su pinta actual), el Jason fue un pionero del skate callejero, y de los buenos: llegó a ser profesional y algunos movimientos llevan su nombre. Aquí tenéis un vídeo de cuando era un pimpollo:

Para terminar, una perla de uno de los últimos capítulos: el tontorrón de Randy está buscando curro y se presta como conejillo de indias para probar un cosmético en un laboratorio que se enorgullece de no experimentar con animales. Pese a quedar ciego temporalmente, se despide dando las gracias al hombre de bata blanca que perpetra el experimento, el cual se descojona cuando le llama 'doctor'. Después, comenta con Earl:

"Estar ciego no es nada divertido, no se por qué Stevie Wonder está siempre riendo. Bueno, quizá no sabe que está riendo. ¿Estoy riendo yo?"